martes, 24 de febrero de 2015

                                                 LA BIBLIA




  La revelación de Jesucristo, que Dios le dio para manifestar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto; y la declaró, enviándola por medio de su ángel a Juan su siervo,
 quien ha dado testimonio de la palabra de Dios, y del testimonio de Jesucristo y de todas las cosas que ha visto.
 Bienaventurado el que lee y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas, porque el tiempo está cerca.
 Juan, a las siete iglesias que están en Asia: Gracia a vosotros y paz del que es y que era y que ha de venir, y de los siete Espíritus que están delante de su trono;
 y de Jesucristo, el testigo fiel, el primogénito de los muertos y soberano de los reyes de la tierra. Al que nos ama, y nos ha lavado de nuestros pecados con su sangre,
 y nos ha hecho reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a él sean gloria y dominio para siempre jamás. Amén.
 He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, aun los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra se lamentarán por causa de él. Así sea. Amén.
 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, dice el Señor, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso.
 Yo, Juan, vuestro hermano y compañero en la tribulación, y en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla que es llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesucristo.
 10 Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta,
 11 que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, y a Esmirna, y a Pérgamo, y a Tiatira, y a Sardis, y a Filadelfia y a Laodicea.
 12 Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y al volverme, vi siete candeleros de oro;
 13 y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido con una ropa que le llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro.
 14 Y su cabeza y sus cabellos eran blancos como la lana blanca, como la nieve; y sus ojos como llama de fuego;
 15 y sus pies semejantes al bronce bruñido, ardiente como si estuviera en un horno; y su voz como el estruendo de muchas aguas.
 16 Y tenía en su diestra siete estrellas; y de su boca salía una espada aguda de dos filos. Y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza.
 17 Y cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último,
 18 y el que vive; y estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Amén. Y tengo las llaves del infierno y de la muerte.
 19 Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de éstas.
 20 En cuanto al misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto son las siete iglesias.

Capítulo 2

El que venciere obtendrá la vida eterna, no sufrirá la segunda muerte, heredará el reino celestial y gobernará muchas naciones.
 Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso: El que tiene las siete estrellas en su diestra, el que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
 Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y tu paciencia; y que tú no puedes soportar a los malos, y has puesto a prueba a los que dicen ser apóstoles y no lo son, y los has hallado mentirosos;
 y has sufrido, y has tenido paciencia, y has trabajado arduamente por mi nombre y no has desfallecido.
 Pero tengo contra ti que has dejado tu primer amor.
 Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti y quitaré tu candelero de su lugar, si no te arrepientes.
 Pero tienes esto, que aborreces las obras de los nicolaítas, las cuales yo también aborrezco.
 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del árbol de la vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.
 Y escribe al ángel de la iglesia en Esmirna: El primero y el postrero, el que estuvo muerto y volvió a vivir, dice esto:
 Yo conozco tus obras, y tu tribulación, y tu pobreza (pero tú eres rico) y la blasfemia de los que dicen ser judíos y no lo son, sino que son sinagoga de Satanás.
 10 No tengas ningún temor de las cosas que has de padecer. He aquí, el diablo va a echar a algunos de vosotros a la cárcel, para que seáis probados, y tendréis tribulación durante diez días. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.
 11 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. El que venciere, no recibirá daño de la segunda muerte.
 12 Y escribe al ángel de la iglesia en Pérgamo: El que tiene la espada aguda de dos filos dice esto:
 13 Yo conozco tus obras y dónde moras: donde está el trono de Satanás; y retienes mi nombre y no has negado mi fe, ni aun en los días de Antipas, mi testigo fiel, el que fue muerto entre vosotros, donde Satanás mora.
 14 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que tú tienes ahí a los que se aferran a la doctrina de Balaam, el que enseñaba a Balac a poner tropiezo delante de los hijos de Israel, a comer de cosas sacrificadas a los ídolos y a cometer fornicación.
 15 Así también tú tienes a los que se aferran a la doctrina de los nicolaítas, la cual yo aborrezco.
 16 ¡Arrepiéntete! Porque de otra manera, pronto vendré a ti y pelearé contra ellos con la espada de mi boca.
 17 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias. Al que venciere, le daré a comer del maná escondido, y le daré una piedrecita blanca, y en la piedrecita un nombre nuevo escrito, el cual ninguno conoce sino aquel que lo recibe.
 18 Y escribe al ángel de la iglesia en Tiatira: El Hijo de Dios, el que tiene ojos como llama de fuego y pies semejantes al bronce bruñido, dice esto:
 19 Yo conozco tus obras, y tu caridad, y tu servicio, y tu fe y tu paciencia, y que tus obras postreras son más que las primeras.
 20 Pero tengo unas pocas cosas contra ti: que toleras que esa mujer Jezabel, que se dice profetisa, enseñe e induzca a mis siervos a fornicar, y a comer cosas ofrecidas a los ídolos.
 21 Y le he dado tiempo para que se arrepienta de su fornicación; y no se ha arrepentido.
 22 He aquí, yo la arrojo en una cama; y a los que cometen adulterio con ella los arrojo en gran tribulación, si no se arrepienten de sus obras.
 23 Y castigaré de muerte a sus hijos; y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriño la mente y el corazón; y daré a cada uno de vosotros según sus propias obras.
 24 Pero a vosotros, y a los demás que están en Tiatira, que no tienen esa doctrina y que no han conocido las profundidades de Satanás, como ellos las llaman, yo os digo: No impondré sobre vosotros otra carga.
 25 Pero lo que tenéis, retenedlo hasta que yo venga.
 26 Y al que venciere, y guardare mis obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las naciones;
 27 y las regirá con vara de hierro, y serán quebradas como vaso de alfarero, como también yo la he recibido de mi Padre.
 28 Y le daré la estrella de la mañana.
 29 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 3

El que venciere mantendrá su nombre en el libro de la vida, llegará a ser un dios y estará con Jesús, como Él está con el Padre.
  Y escribe al ángel de la iglesia en Sardis: El que tiene los siete Espíritus de Dios y las siete estrellas dice esto: Yo conozco tus obras, que tienes nombre de que vives, pero estás muerto.
 Sé vigilante y fortalece las otras cosas que quedan y que están para morir, porque no he hallado bien acabadas tus obras delante de Dios.
 Acuérdate, pues, de lo que has recibido y has oído; y guárdalo y arrepiéntete. Y si no velas, vendré sobre ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré sobre ti.
 Sin embargo tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras y que andarán conmigo en vestiduras blancas, porque son dignas.
 El que venciere será vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre y delante de sus ángeles.
 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
 Y escribe al ángel de la iglesia en Filadelfia: Estas cosas dice el Santo, el Verdadero, el que tiene la llave de David, el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre:
 Yo conozco tus obras; he aquí, he puesto una puerta abierta delante de ti, la cual nadie puede cerrar, porque aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre.
 He aquí, yo haré que los de la sinagoga de Satanás, los que dicen ser judíos y no lo son, sino que mienten, he aquí, yo los obligaré a que vengan y adoren delante de tus pies, y sepan que yo te he amado.
 10 Por cuanto has guardado la palabra de mi paciencia, yo también te guardaré de la hora de la tentación que ha de venir en todo el mundo para probar a los que moran en la tierra.
 11 He aquí, yo vengo pronto; retén lo que tienes para que ninguno tome tu corona.
 12 Al que venciere, yo lo haré columna en el templo de mi Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré sobre él el nombre de mi Dios y el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la cual desciende del cielo, de mi Dios, y mi nombre nuevo.
 13 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.
 14 Y escribe al ángel de la iglesia en Laodicea: He aquí, el Amén, el testigo fiel y verdadero, el principio de la creación de Dios, dice:
 15 Yo conozco tus obras, que no eres frío ni caliente. ¡Ojalá fueses frío o caliente!
 16 Pero porque eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca.
 17 Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido y no tengo necesidad de ninguna cosa; y no sabes que tú eres un desdichado, y miserable, y pobre, y ciego y desnudo.
 18 Yo te aconsejo que compres de mí oro refinado en el fuego para que seas rico, y vestiduras blancas para que te vistas y no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio para que veas.
 19 Yo reprendo y disciplino a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.
 20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré y cenaré con él, y él conmigo.
 21 Al que venciere, yo le daré que se siente conmigo en mi trono, así como yo he vencido y me he sentado con mi Padre en su trono.
 22 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias.

Capítulo 4

Juan ve la tierra glorificada, el trono de Dios y a toda la creación adorando al Señor.
  Después de esto miré, y he aquí, una puerta abierta en el cielo; y la primera voz que oí era como de trompeta que hablaba conmigo, diciendo: Sube acá, y yo te mostraré las cosas que han de suceder después de éstas.
 Y de inmediato estaba yo en el Espíritu, y he aquí, un trono que estaba puesto en el cielo, y uno sentado en él.
 Y el que estaba sentado era de aspecto semejante a una piedra de jaspe y de cornalina; y alrededor del trono había un arco iris semejante en aspecto a la esmeralda.
 Y alrededor del trono había veinticuatro tronos; y vi en los tronos a veinticuatro ancianos sentados, vestidos de ropas blancas, y tenían sobre sus cabezas coronas de oro.
 Y del trono salían relámpagos, y truenos y voces; y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, las cuales son los siete espíritus de Dios.
 Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal; y en medio del trono, y alrededor del trono, cuatro seres vivientes llenos de ojos por delante y por detrás.
 Y el primer ser viviente era semejante a un león; y el segundo ser viviente era semejante a un becerro; y el tercer ser viviente tenía rostro como de hombre; y el cuarto ser viviente era semejante a un águila volando.
 Y los cuatro seres vivientes tenían cada uno seis alas alrededor, y por dentro estaban llenos de ojos; y no tenían reposo ni de día ni de noche, diciendo: Santo, santo, santo es el Señor Dios Todopoderoso, el que era, y el que es y el que ha de venir.
 Y cada vez que aquellos seres vivientes dan gloria y honra y alabanza al que está sentado en el trono, al que vive para siempre jamás,
 10 los veinticuatro ancianos se postran delante del que está sentado en el trono, y adoran al que vive para siempre jamás, y echan sus coronas delante del trono, diciendo:
 11 Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder, porque tú creaste todas las cosas, y por tu voluntad existen y fueron creadas.

Capítulo 5

Juan ve el libro sellado con siete sellos y a los redimidos de todas las naciones — Él oye a toda criatura alabando a Dios y al Cordero.
 Y vi en la mano derecha del que estaba sentado en el trono un libro escrito por dentro y por fuera, sellado con siete sellos.
 Y vi a un ángel poderoso que proclamaba en alta voz: ¿Quién es digno de abrir el libro y de desatar sus sellos?
 Y ninguno, ni en el cielo ni en la tierra ni debajo de la tierra, podía abrir el libro, ni siquiera mirarlo.
 Y lloraba yo mucho, porque no se había hallado a ninguno digno de abrir el libro, ni de leerlo ni de mirarlo.
 Y uno de los ancianos me dijo: No llores; he aquí que el León de la tribu de Judá, la Raíz de David, ha vencido para abrir el libro y desatar sus siete sellos.
 Y miré; y he aquí en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, estaba de pie un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, que son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra.
 Y él vino, y tomó el libro de la mano derecha del que estaba sentado en el trono.
 Y cuando hubo tomado el libro, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero; y cada uno tenía un arpa, y copas de oro llenas de incienso, que son las oraciones de los santos.
 Y cantaban un nuevo cántico, diciendo: Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios, de todo linaje, y lengua, y pueblo y nación;
 10 y nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, y reinaremos sobre la tierra.
 11 Y miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, y de los seres vivientes y de los ancianos; y el número de ellos era millares de millares y millones de millones,
 12 que decían en alta voz: El Cordero que fue inmolado es digno de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza.
 13 Y a todo ser viviente que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sean la alabanza, y la honra, y la gloria y el poder, para siempre jamás.
 14 Y los cuatro seres vivientes decían: ¡Amén! Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron al que vive para siempre jamás.

Capítulo 6

Cristo abre los seis sellos, y Juan ve los acontecimientos de cada uno — En el quinto sello, Juan ve a los mártires cristianos, y en el sexto, ve las señales de los tiempos.
  Y vi cuando el Cordero abrió uno de los sellos, y oí a uno de los cuatro seres vivientes decir como con voz de trueno: ¡Ven y mira!
 Y miré, y vi un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer.
 Y cuando él abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que decía: ¡Ven y mira!
 Y salió otro caballo, rojo; y al que lo montaba, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros; y le fue dada una gran espada.
 Y cuando él abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente que decía: ¡Ven y mira! Y miré, y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano.
 Y oí una voz de en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: Dos medidas de trigo por un denario, y seis medidas de cebada por un denario; pero no dañes el vino ni el aceite.
 Y cuando él abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser viviente, que decía: ¡Ven y mira!
 Y miré, y vi un caballo amarillo; y el que lo montaba tenía por nombre Muerte, y el Hades lo seguía; y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra.
 Y cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que habían sido muertos por causa de la palabra de Dios y por el testimonio que ellos tenían.
 10 Y clamaban en alta voz, diciendo: ¿Hasta cuándo, oh Señor, santo y verdadero, tardarás en juzgar y vengar nuestra sangre de los que moran en la tierra?
 11 Y se le dio a cada uno vestiduras blancas; y se les dijo que reposasen un poco más de tiempo, hasta que se completara el número de sus consiervos y hermanos que también habían de ser muertos como ellos.
 12 Y miré cuando él abrió el sexto sello, y he aquí hubo un gran terremoto; y el sol se puso negro como tela de cilicio, y la luna se volvió toda como sangre;
 13 y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera deja caer sus higos verdes cuando es sacudida por un viento fuerte.
 14 Y el cielo se retiró como un pergamino que se enrolla; y todo monte y toda isla fueron removidos de sus lugares.
 15 Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y todo esclavo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes;
 16 y decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado en el trono y de la ira del Cordero,
 17 porque el gran día de su ira ha llegado, ¿y quién podrá permanecer de pie?


Capítulo 7

Juan ve también en el sexto sello la restauración del Evangelio, el sellamiento de los ciento cuarenta y cuatro mil y las huestes de los que han sido exaltados de entre todas las naciones.
 Y después de estas cosas vi a cuatro ángeles que estaban de pie en los cuatro ángulos de la tierra, deteniendo los cuatro vientos de la tierra, para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar ni sobre ningún árbol.
 Y vi a otro ángel que subía de donde sale el sol, y que tenía el sello del Dios vivo; y clamó con gran voz a los cuatro ángeles, a quienes se les había dado el poder de hacer daño a la tierra y al mar,
 diciendo: No hagáis daño a la tierra, ni al mar ni a los árboles, hasta que hayamos sellado en sus frentes a los siervos de nuestro Dios.
 Y oí el número de los sellados: ciento cuarenta y cuatro mil sellados de todas las tribus de los hijos de Israel.
  De la tribu de Judá, doce mil sellados. De la tribu de Rubén, doce mil sellados. De la tribu de Gad, doce mil sellados.
  De la tribu de Aser, doce mil sellados. De la tribu de Neftalí, doce mil sellados. De la tribu de Manasés, doce mil sellados.
  De la tribu de Simeón, doce mil sellados. De la tribu de Leví, doce mil sellados. De la tribu de Isacar, doce mil sellados.
  De la tribu de Zabulón, doce mil sellados. De la tribu de José, doce mil sellados. De la tribu de Benjamín, doce mil sellados.
 Después de estas cosas miré, y vi una gran multitud, la cual ninguno podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas, que estaban delante del trono y en presencia del Cordero, vestidos de ropas blancas, y con palmas en las manos;
 10 y clamaban en alta voz, diciendo: La salvación pertenece a nuestro Dios, que está sentado en el trono, y al Cordero.
 11 Y todos los ángeles estaban de pie alrededor del trono, y de los ancianos y de los cuatro seres vivientes; y se postraron sobre sus rostros delante del trono y adoraron a Dios,
 12 diciendo: ¡Amén! La bendición, y la gloria, y la sabiduría, y la acción de gracias, y la honra, y el poder y la fortaleza sean a nuestro Dios para siempre jamás. ¡Amén!
 13 Y respondió uno de los ancianos, diciéndome: Éstos que están vestidos de ropas blancas, ¿quiénes son y de dónde han venido?
 14 Y yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y él me dijo: Éstos son los que han salido de la gran tribulación; y han lavado sus ropas y las han blanqueado en la sangre del Cordero.
 15 Por esto están delante del trono de Dios y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado en el trono extenderá su pabellón sobre ellos.
 16 Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos ni calor alguno,
 17 porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará y los guiará a fuentes de aguas vivas; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos.
 
 
 

Capítulo 8

Juan ve fuego y desolación que se derraman durante el séptimo sello y que preceden a la Segunda Venida.
 Y cuando él abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo casi por media hora.
 Y vi a los siete ángeles que estaban delante de Dios; y les fueron dadas siete trompetas.
 Y otro ángel vino, y se puso delante del altar, con un incensario de oro; y se le dio mucho incienso para que lo añadiese a las oraciones de todos los santos sobre el altar de oro que estaba delante del trono.
 Y el humo del incienso subió desde la mano del ángel delante de Dios, con las oraciones de los santos.
 Y el ángel tomó el incensario, y lo llenó del fuego del altar y lo arrojó a la tierra; y hubo truenos, y voces, y relámpagos y un terremoto.
 Y los siete ángeles que tenían las siete trompetas se dispusieron a tocarlas.
 Y el primer ángel tocó la trompeta, y hubo granizo y fuego mezclados con sangre, y fueron arrojados a la tierra; y la tercera parte de los árboles fue quemada, y se quemó toda la hierba verde.
 Y el segundo ángel tocó la trompeta, y algo como un gran monte ardiendo con fuego fue lanzado al mar; y la tercera parte del mar se convirtió en sangre.
 Y murió la tercera parte de los seres vivientes que estaban en el mar, y la tercera parte de las naves fue destruida.
 10 Y el tercer ángel tocó la trompeta, y cayó del cielo una gran estrella, ardiendo como una antorcha, y cayó sobre la tercera parte de los ríos y sobre las fuentes de las aguas.
 11 Y el nombre de la estrella es Ajenjo. Y la tercera parte de las aguas se convirtió en ajenjo, y muchos hombres murieron a causa de las aguas, porque se habían vuelto amargas.
 12 Y el cuarto ángel tocó la trompeta, y fue herida la tercera parte del sol, y la tercera parte de la luna, y la tercera parte de las estrellas, de tal manera que se oscureció la tercera parte de ellos, y no había luz en la tercera parte del día ni en la tercera parte de la noche.
 13 Y miré, y oí un ángel volar por en medio del cielo, diciendo a gran voz: ¡Ay! ¡Ay! ¡Ay de los que moran en la tierra, por razón de los otros toques de trompeta que los tres ángeles todavía han de tocar!


Capítulo 9

Juan ve también las guerras y las plagas que se derraman durante el séptimo sello antes de la venida del Señor.
 Y el quinto ángel tocó la trompeta, y vi una estrella que cayó del cielo a la tierra; y se le dio la llave del pozo del abismo.
 Y abrió el pozo del abismo, y del pozo subió humo como el humo de un gran horno; y el sol y el aire se oscurecieron por el humo del pozo.
 Y del humo salieron langostas sobre la tierra; y se les dio poder, como tienen poder los escorpiones de la tierra.
 Y les fue mandado que no hiciesen daño a la hierba de la tierra, ni a ninguna cosa verde ni a ningún árbol, sino solamente a los hombres que no tuviesen el sello de Dios en sus frentes.
 Y les fue dado que no los matasen, sino que los atormentasen cinco meses; y su tormento era como tormento de escorpión cuando hiere al hombre.
 Y en aquellos días buscarán los hombres la muerte, pero no la hallarán; y desearán morir, pero la muerte huirá de ellos.
 Y el aspecto de las langostas era semejante a caballos dispuestos para la guerra; y sobre sus cabezas tenían como coronas de oro, y sus caras eran como caras de hombres.
 Y tenían cabello como cabello de mujer; y sus dientes eran como dientes de león.
 Y tenían corazas como corazas de hierro; y el ruido de sus alas era como el estruendo de carros que con muchos caballos corren a la batalla.
 10 Y tenían colas semejantes a las de los escorpiones, y tenían en sus colas aguijones; y tenían poder para hacer daño a los hombres durante cinco meses.
 11 Y tienen sobre ellos como rey al ángel del abismo, cuyo nombre en hebreo es Abadón, y en griego, Apolión.
 12 El primer ¡ay! ha pasado; he aquí vienen aún dos ayes después de esto.
 13 Y el sexto ángel tocó la trompeta; y oí una voz que salía de entre los cuatro cuernos del altar de oro que estaba delante de Dios,
 14 diciendo al sexto ángel que tenía la trompeta: Desata a los cuatro ángeles que están atados en el gran río Éufrates.
 15 Y fueron desatados los cuatro ángeles que estaban preparados para la hora, el día, el mes y el año, a fin de matar a la tercera parte de los hombres.
 16 Y el número del ejército de los de a caballo era de doscientos millones. Yo oí el número de ellos.
 17 Y así vi en visión los caballos y a los que los montaban, los cuales tenían corazas de fuego, de jacinto y de azufre. Y las cabezas de los caballos eran como cabeza de león; y de la boca de ellos salía fuego, y humo y azufre.
 18 Por estas tres plagas fue muerta la tercera parte de los hombres: por el fuego, y por el humo y por el azufre que salían de la boca de ellos.
 19 Porque su poder está en su boca y en sus colas, porque sus colas son semejantes a serpientes, y tienen cabezas y con ellas dañan.
 20 Y el resto de los hombres que no fueron muertos con estas plagas, ni aun así se arrepintieron de las obras de sus manos, ni dejaron de adorar a los demonios, y a las imágenes de oro, y de plata, y de bronce, y de piedra y de madera, las cuales no pueden ver, ni oír ni andar;
 21 y no se arrepintieron de sus homicidios, ni de sus hechicerías, ni de su fornicación ni de sus hurtos.

Capítulo 10

Juan sella muchas cosas relacionadas con los últimos días — Se le manda participar en la restauración de todas las cosas.
  Y vi a otro ángel poderoso descender del cielo, envuelto en una nube, y con el arco iris sobre su cabeza; y su rostro era como el sol, y sus pies como columnas de fuego.
 Y tenía en su mano un librito abierto; y puso su pie derecho sobre el mar, y el izquierdo sobre la tierra;
 y clamó a gran voz, como ruge un león; y cuando hubo clamado, siete truenos emitieron sus voces.
 Y cuando los siete truenos hubieron emitido sus voces, yo iba a escribir, pero oí una voz del cielo que me decía: Sella las cosas que los siete truenos han hablado, y no las escribas.
 Y el ángel que vi de pie sobre el mar y sobre la tierra levantó su mano al cielo,
 y juró por el que vive para siempre jamás, que ha creado el cielo y las cosas que hay en él, y la tierra y las cosas que hay en ella, y el mar y las cosas que hay en él, que el tiempo no sería más,
 sino que en los días de la voz del séptimo ángel, cuando él comience a tocar la trompeta, el misterio de Dios se consumará, como él lo anunció a sus siervos los profetas.
 Y la voz que oí del cielo habló otra vez conmigo y dijo: Ve, y toma el librito que está abierto en la mano del ángel que está de pie sobre el mar y sobre la tierra.
 Y fui al ángel, y le dije que me diese el librito, y él me dijo: Toma, y cómetelo; y te amargará el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel.
 10 Y tomé el librito de la mano del ángel, y me lo comí; y era dulce en mi boca como la miel, pero cuando lo hube comido, amargó mi vientre.
 11 Y él me dijo: Tienes que profetizar otra vez a muchos pueblos, y naciones, y lenguas y reyes.

Capítulo 11

En los últimos días dos profetas serán muertos en Jerusalén — Éstos resucitarán al cabo de tres días y medio — Cristo reinará sobre toda la tierra.
 Entonces me fue dada una caña semejante a una vara de medir, y se me dijo: Levántate, y mide el templo de Dios, y el altar y a los que adoran en él.
 Y deja aparte el patio que está fuera del templo y no lo midas, porque ha sido entregado a los gentiles; y ellos hollarán la ciudad santa cuarenta y dos meses.
 Y daré poder a mis dos testigos, y ellos profetizarán durante mil doscientos sesenta días, vestidos de cilicio.
 Éstos son los dos olivos y los dos candeleros que están delante del Dios de la tierra.
 Y si alguno quiere dañarlos, sale fuego de la boca de ellos y devora a sus enemigos; y si alguno quiere hacerles daño, debe morir de la misma manera.
 Éstos tienen poder para cerrar el cielo a fin de que no llueva en los días de su profecía; y tienen poder sobre las aguas para convertirlas en sangre, y para herir la tierra con toda plaga cuantas veces quieran.
 Y cuando ellos hayan acabado su testimonio, la bestia que sube del abismo hará guerra contra ellos, los vencerá y los matará.
 Y sus cadáveres yacerán en la plaza de la gran ciudad que en sentido espiritual se llama Sodoma y Egipto, donde también nuestro Señor fue crucificado.
 Y gente de todo pueblo, y tribu, y lengua y nación verá los cadáveres de ellos durante tres días y medio, y no permitirán que sean sepultados.
 10 Y los moradores de la tierra se regocijarán acerca de ellos y se alegrarán, y se enviarán regalos los unos a los otros, porque estos dos profetas habían atormentado a los que moraban sobre la tierra.
 11 Pero después de tres días y medio, el espíritu de vida enviado por Dios entró en ellos, y se levantaron sobre sus pies, y cayó gran temor sobre los que los vieron.
 12 Y oyeron una gran voz del cielo, que les decía: Subid acá. Y subieron al cielo en una nube, y sus enemigos los vieron.
 13 Y en aquella hora hubo un gran terremoto, y la décima parte de la ciudad se derrumbó, y por el terremoto murieron en número como siete mil hombres; y los demás se aterrorizaron y dieron gloria al Dios del cielo.
 14 El segundo ¡ay! ha pasado; he aquí, el tercer ¡ay! viene pronto.
 15 Y el séptimo ángel tocó la trompeta, y hubo grandes voces en el cielo que decían: Los reinos del mundo han venido a ser reinos de nuestro Señor y de su Cristo; y él reinará para siempre jamás.
 16 Y los veinticuatro ancianos que estaban sentados delante de Dios en sus tronos se postraron sobre sus rostros y adoraron a Dios,
 17 diciendo: Te damos gracias, oh Señor Dios Todopoderoso, que eres y que eras y que has de venir, porque has tomado tu gran poder y has reinado.
 18 Y se han airado las naciones, y tu ira ha venido, y también el tiempo de juzgar a los muertos, y de dar el galardón a tus siervos los profetas, y a los santos, y a los que temen tu nombre, a los pequeños y a los grandes, y de destruir a los que destruyen la tierra.
 19 Y el templo de Dios fue abierto en el cielo, y el arca de su convenio fue vista en su templo. Y hubo relámpagos, y voces, y truenos, y un terremoto y granizo grande.


Capítulo 12

Juan ve la inminente apostasía de la Iglesia — También ve la guerra preterrenal en el cielo en la que Satanás fue arrojado abajo — Ve la continuación de esa guerra en la tierra.
  Y apareció una gran señal en el cielo: una mujer vestida del sol, con la luna debajo de sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas.
 Y estando encinta, clamaba con dolores de parto y sufría por dar a luz.
 Y apareció otra señal en el cielo: y he aquí, un gran dragón rojo que tenía siete cabezas y diez cuernos, y en sus cabezas, siete diademas.
 Y su cola arrastraba la tercera parte de las estrellas del cielo, y las arrojó sobre la tierra. Y el dragón se paró delante de la mujer que había dado a luz, a fin de devorar a su hijo en cuanto naciese.
 Y ella dio a luz un hijo varón que había de regir a todas las naciones con vara de hierro; y su hijo fue arrebatado hasta Dios y hasta su trono.
 Y la mujer huyó al desierto, donde tenía un lugar preparado por Dios, para que allí la sustentasen durante mil doscientos sesenta días.
 Y hubo una gran batalla en el cielo: Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón; y luchaban el dragón y sus ángeles,
 pero no prevalecieron, ni fue hallado más su lugar en el cielo.
 Y fue lanzado fuera aquel gran dragón, la serpiente antigua, que se llama Diablo y Satanás, quien engaña a todo el mundo; fue arrojado a la tierra, y sus ángeles fueron arrojados con él.
 10 Y oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora han venido la salvación, y el poder, y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo, porque el acusador de nuestros hermanos ha sido arrojado, el que los acusaba delante de nuestro Dios día y noche.
 11 Y ellos le han vencido por medio de la sangre del Cordero y de la palabra de su testimonio, y no amaron sus vidas, ni aun hasta sufrir la muerte.
 12 Por lo cual alegraos, cielos, y los que moráis en ellos. ¡Ay de los moradores de la tierra y del mar!, porque el diablo ha descendido a vosotros, teniendo gran ira, pues sabe que tiene poco tiempo.
 13 Y cuando el dragón vio que había sido arrojado a la tierra, persiguió a la mujer que había dado a luz al hijo varón.
 14 Y le fueron dadas a la mujer las dos alas de la gran águila, para que volase de la presencia de la serpiente al desierto, a su lugar, donde es sustentada por un tiempo, y tiempos y la mitad de un tiempo.
 15 Y la serpiente arrojó de su boca, tras la mujer, agua como un río, a fin de hacer que fuese arrastrada por el río.
 16 Pero la tierra ayudó a la mujer, y la tierra abrió su boca y tragó el río que el dragón había arrojado de su boca.
 17 Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer la guerra contra el resto de la descendencia de ella, los que guardan los mandamientos de Dios y tienen el testimonio de Jesucristo.


Capítulo 13

Juan ve bestias de apariencia feroz que representan a reinos terrenales que se han degradado y están bajo el dominio de Satanás — El diablo realiza milagros y engaña a los hombres.
  Y yo me paré sobre la arena del mar, y vi subir del mar una bestia que tenía siete cabezas y diez cuernos; y en sus cuernos tenía diez diademas, y sobre las cabezas de ella, nombres de blasfemia.
 Y la bestia que vi era semejante a un leopardo, y sus pies eran como de oso, y su boca, como boca de león. Y el dragón le dio su poder, y su trono y gran autoridad.
 Y vi una de sus cabezas como herida de muerte, pero su herida mortal fue curada; y se maravilló toda la tierra en pos de la bestia.
 Y adoraron al dragón que había dado autoridad a la bestia, y adoraron a la bestia, diciendo: ¿Quién es semejante a la bestia, y quién podrá luchar contra ella?
 También le fue dada una boca que hablaba grandes cosas y blasfemias; y le fue dada autoridad para actuar cuarenta y dos meses.
 Y abrió su boca en blasfemias contra Dios, para blasfemar de su nombre, y de su tabernáculo y de los que moran en el cielo.
 Y le fue dado hacer la guerra contra los santos, y vencerlos. También le fue dada autoridad sobre toda tribu, y pueblo, y lengua y nación.
 Y la adoraron todos los que moran en la tierra, cuyos nombres no estaban escritos en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo.
 Si alguno tiene oído, oiga.
 10 Si alguno lleva a la cautividad, irá a la cautividad; si alguno mata a espada, a espada morirá. Aquí está la paciencia y la fe de los santos.
 11 Después vi otra bestia que subía de la tierra; y tenía dos cuernos semejantes a los de un cordero, pero hablaba como un dragón.
 12 Y ejerce toda la autoridad de la primera bestia en presencia de ella; y hace que la tierra y sus moradores adoren a la primera bestia, cuya herida mortal fue curada.
 13 También hace grandes señales, de tal manera que aun hace descender fuego del cielo a la tierra delante de los hombres.
 14 Y engaña a los moradores de la tierra con las señales que se le ha concedido hacer en presencia de la bestia, mandando a los moradores de la tierra que hagan una imagen de la bestia que tenía la herida de espada, y vivió.
 15 Y le fue concedido que diese aliento a la imagen de la bestia, para que la imagen de la bestia hablase e hiciese que todos los que no adorasen la imagen de la bestia fuesen muertos.
 16 Y hacía que a todos, a pequeños y a grandes, a ricos y a pobres, a libres y a esclavos, se les pusiese una marca en la mano derecha o en la frente;
 17 y que ninguno pudiese comprar ni vender, sino el que tuviera la marca, o el nombre de la bestia, o el número de su nombre.
 18 Aquí hay sabiduría. El que tiene entendimiento, cuente el número de la bestia, porque es número de hombre; y su número es seiscientos sesenta y seis.


Capítulo 14

El Cordero estará sobre el monte Sión — El Evangelio será restaurado en los últimos días por la ministración de ángeles — El Hijo del Hombre segará la tierra.
 Y miré, y he aquí el Cordero estaba sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que tenían el nombre de su Padre escrito en la frente.
 Y oí una voz del cielo como el estruendo de muchas aguas y como el sonido de un gran trueno; también oí una voz de arpistas que tocaban sus arpas.
 Y cantaban como un cántico nuevo delante del trono, y delante de los cuatro seres vivientes y de los ancianos; y ninguno podía aprender el cántico, sino aquellos ciento cuarenta y cuatro mil que fueron redimidos de entre los de la tierra.
 Éstos son los que no se han contaminado con mujeres, porque son vírgenes. Éstos son los que siguen al Cordero por dondequiera que va. Éstos fueron redimidos de entre los hombres como primicias para Dios y para el Cordero.
 Y en sus bocas no fue hallado engaño, porque ellos son sin mancha delante del trono de Dios.
 Y vi a otro ángel volar por en medio del cielo, que tenía el evangelio eterno para predicarlo a los que moran en la tierra, y a toda nación, y tribu, y lengua y pueblo,
 diciendo a gran voz: Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado; y adorad a aquel que ha hecho el cielo y la tierra, el mar y las fuentes de las aguas.
 Y otro ángel le siguió, diciendo: Ha caído, ha caído Babilonia, aquella gran ciudad, porque ella ha hecho beber a todas las naciones del vino del furor de su fornicación.
 Y un tercer ángel los siguió, diciendo a gran voz: Si alguno adora a la bestia y a su imagen, y recibe la marca en su frente o en su mano,
 10 éste también beberá del vino de la ira de Dios, que ha sido vertido puro en el cáliz de su ira; y será atormentado con fuego y azufre delante de los santos ángeles y delante del Cordero.
 11 Y el humo del tormento de ellos sube para siempre jamás. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre.
 12 Aquí está la paciencia de los santos; aquí están los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús.
 13 Y oí una voz del cielo que me decía: Escribe: Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor. Sí, dice el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen.
 14 Y miré, y he aquí una nube blanca; y sentado sobre la nube, uno semejante al Hijo del Hombre, que tenía en la cabeza una corona de oro, y en la mano una hoz aguda.
 15 Y del templo salió otro ángel, clamando a gran voz al que estaba sentado sobre la nube: Mete tu hoz, y siega, porque la hora de segar ha llegado, pues la mies de la tierra está madura.
 16 Y el que estaba sentado sobre la nube pasó su hoz sobre la tierra, y la tierra fue segada.
 17 Y salió otro ángel del templo que está en el cielo, teniendo también una hoz aguda.
 18 Y salió del altar otro ángel que tenía poder sobre el fuego, y clamó a gran voz al que tenía la hoz aguda, diciendo: ¡Mete tu hoz aguda y vendimia los racimos de la tierra, porque sus uvas están maduras!
 19 Y el ángel pasó su hoz aguda sobre la tierra, y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar de la ira de Dios.
 20 Y el lagar fue hollado fuera de la ciudad, y del lagar salió sangre que llegó hasta los frenos de los caballos a lo largo de mil seiscientos estadios.

Capítulo 15

Los santos exaltados alaban a Dios en la gloria celestial para siempre.
 Y vi otra señal en el cielo, grande y admirable: siete ángeles que tenían las siete plagas postreras, porque en ellas es consumada la ira de Dios.
 Y vi también como un mar de vidrio mezclado con fuego, y a los que habían alcanzado la victoria sobre la bestia y su imagen, y su marca y el número de su nombre, de pie sobre el mar de vidrio, con las arpas de Dios.
 Y cantan el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: Grandes y maravillosas son tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son tus caminos, Rey de los santos.
 ¿Quién no te temerá, oh Señor, y glorificará tu nombre? Porque sólo tú eres santo; por lo cual todas las naciones vendrán, y adorarán delante de ti, pues tus justos juicios han sido manifestados.
 Y después de estas cosas miré, y he aquí, fue abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio;
 y salieron del templo los siete ángeles que tenían las siete plagas, vestidos de lino limpio y resplandeciente, y ceñidos alrededor del pecho con cintos de oro.
 Y uno de los cuatro seres vivientes dio a los siete ángeles siete copas de oro llenas de la ira de Dios, que vive para siempre jamás.
 Y el templo se llenó del humo de la gloria de Dios y de su poder; y nadie podía entrar en el templo, sino hasta que se cumpliesen las siete plagas de los siete ángeles.



Capítulo 16

Dios derrama plagas sobre los inicuos — Las naciones se congregan para el Armagedón — Cristo viene, las islas huyen y los montes desaparecen.
  Y oí desde el templo una gran voz que decía a los siete ángeles: Id y derramad sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios.
 Y fue el primero, y derramó su copa sobre la tierra; y vino una úlcera maligna y repugnante sobre los hombres que tenían la marca de la bestia y sobre los que adoraban su imagen.
 Y el segundo ángel derramó su copa sobre el mar, y éste se convirtió en sangre como de muerto; y murió toda alma viviente que había en el mar.
 Y el tercer ángel derramó su copa sobre los ríos y sobre las fuentes de las aguas, y se convirtieron en sangre.
 Y oí al ángel de las aguas, que decía: Justo eres tú, oh Señor, el que eres y el que eras, el Santo, porque has juzgado estas cosas.
 Por cuanto ellos derramaron la sangre de los santos y de los profetas, también tú les has dado a beber sangre, pues lo merecen.
 También oí a otro que desde el altar decía: Ciertamente, Señor Dios Todopoderoso, tus juicios son verdaderos y justos.
 Y el cuarto ángel derramó su copa sobre el sol, y le fue dado quemar a los hombres con fuego.
 Y los hombres fueron quemados con el gran calor, y blasfemaron el nombre de Dios, que tiene poder sobre estas plagas, y no se arrepintieron para darle gloria.
 10 Y el quinto ángel derramó su copa sobre el trono de la bestia, y su reino se volvió tenebroso, y la gente se mordía la lengua de dolor;
 11 y blasfemaron contra el Dios del cielo por sus dolores y por sus úlceras, y no se arrepintieron de sus obras.
 12 Y el sexto ángel derramó su copa sobre el gran río Éufrates; y el agua de éste se secó, a fin de que fuese preparado el camino para los reyes del Oriente.
 13 Y vi salir de la boca del dragón, y de la boca de la bestia y de la boca del falso profeta, tres espíritus inmundos semejantes a ranas;
 14 porque son espíritus de demonios, que hacen señales, y van a los reyes de la tierra y de todo el mundo, para congregarlos para la batalla de aquel gran día del Dios Todopoderoso.
 15 He aquí, yo vengo como ladrón. Bienaventurado el que vela y cuida sus vestiduras, para que no ande desnudo y vean su vergüenza.
 16 Y los congregó en el lugar que en hebreo se llama Armagedón.
 17 Y el séptimo ángel derramó su copa por el aire; y salió una gran voz del templo del cielo, desde el trono, diciendo: ¡Hecho está!
 18 Entonces hubo relámpagos, y voces y truenos; y hubo un gran temblor de tierra, un terremoto tan grande, cual no lo hubo jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra.
 19 Y la gran ciudad fue dividida en tres partes, y las ciudades de las naciones cayeron; y la gran Babilonia vino en memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira.
 20 Y toda isla huyó, y los montes no fueron hallados.
 21 Y cayeron del cielo sobre los hombres enormes granizos como del peso de un talento; y los hombres blasfemaron contra Dios por la plaga del granizo, porque su plaga fue sumamente grande.


Capítulo 17

Se muestra a Juan que Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones, se ha establecido por toda la tierra.
 Y vino uno de los siete ángeles que tenían las siete copas, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, y te mostraré la condenación de la gran ramera, la cual está sentada sobre muchas aguas,
 con la que han fornicado los reyes de la tierra, y los que moran en la tierra se han embriagado con el vino de su fornicación.
 Y me llevó en el Espíritu al desierto; y vi a una mujer sentada sobre una bestia escarlata llena de nombres de blasfemia, que tenía siete cabezas y diez cuernos.
 Y la mujer estaba vestida de púrpura y de escarlata, y adornada de oro, y de piedras preciosas y de perlas, y tenía en la mano un cáliz de oro lleno de abominaciones y de la inmundicia de su fornicación;
 y en su frente había un nombre escrito: Misterio, Babilonia la grande, la madre de las rameras y de las abominaciones de la tierra.
 Y vi a la mujer ebria de la sangre de los santos, y de la sangre de los mártires de Jesús; y cuando la vi, quedé asombrado con gran asombro.
 Y el ángel me dijo: ¿Por qué te asombras? Yo te diré el misterio de la mujer y de la bestia que la lleva, la cual tiene siete cabezas y diez cuernos.
 La bestia que has visto era y no es; y está a punto de subir del abismo e ir a perdición; y los moradores de la tierra, cuyos nombres no están escritos en el libro de la vida desde la fundación del mundo, se asombrarán viendo la bestia que era y no es, pero será.
 Esto, para la mente que tiene sabiduría: Las siete cabezas son siete montes, sobre los cuales se sienta la mujer.
 10 Y son siete reyes. Cinco han caído; uno es, y el otro aún no ha venido; y cuando venga, es necesario que dure breve tiempo.
 11 Y la bestia que era, y no es, es también el octavo, y es uno de los siete y va a la perdición.
 12 Y los diez cuernos que has visto son diez reyes que aún no han recibido reino; pero recibirán poder como reyes por una hora, juntamente con la bestia.
 13 Éstos tienen un mismo propósito, y entregarán su poder y autoridad a la bestia.
 14 Ellos pelearán contra el Cordero, y el Cordero los vencerá, porque él es Señor de señores y Rey de reyes; y los que están con él son llamados, y elegidos y fieles.
 15 También me dijo: Las aguas que has visto, donde la ramera se sienta, son pueblos, muchedumbres, naciones y lenguas.
 16 Y los diez cuernos que viste en la bestia, éstos aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y comerán sus carnes y la quemarán con fuego;
 17 porque Dios ha puesto en sus corazones el ejecutar lo que él propuso, y ponerse de acuerdo y dar su reino a la bestia, hasta que se cumplan las palabras de Dios.
 18 Y la mujer que has visto es la gran ciudad que reina sobre los reyes de la tierra.


Capítulo 18

Se insta a los santos a salir de Babilonia para no participar de los pecados de ésta — Babilonia cae y sus seguidores se lamentan por ella.
  Y después de estas cosas vi descender del cielo a otro ángel que tenía gran poder; y la tierra fue alumbrada con su gloria.
 Y clamó con potente voz, diciendo: ¡Ha caído, ha caído la gran Babilonia! Se ha convertido en habitación de demonios, y en guarida de todo espíritu inmundo y en albergue de toda ave inmunda y aborrecible.
 Porque todas las naciones han bebido del vino del furor de su fornicación; y los reyes de la tierra han fornicado con ella, y los mercaderes de la tierra se han enriquecido con la potencia de sus deleites.
 Y oí otra voz del cielo, que decía: ¡Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados ni recibáis parte de sus plagas!,
 porque sus pecados han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades.
 Dadle a ella tal como ella os ha dado, y pagadle el doble según sus obras; en el cáliz en que ella preparó bebida, preparadle a ella el doble.
 Cuanto ella se ha glorificado, y ha vivido en deleites, tanto dadle de tormento y llanto, porque dice en su corazón: Yo estoy sentada como reina y no soy viuda y no veré llanto.
 Por lo cual, en un solo día vendrán sus plagas: muerte, llanto y hambre; y será quemada con fuego, porque poderoso es Dios el Señor, que la juzgará.
 Y los reyes de la tierra que han fornicado con ella y que con ella han vivido en deleites, cuando vean el humo de su incendio, llorarán y se lamentarán por ella,
 10 estando lejos por el temor de su tormento, diciendo: ¡Ay, ay, de la gran ciudad de Babilonia, la ciudad fuerte, porque en una sola hora vino tu juicio!
 11 Y los mercaderes de la tierra lloran y se lamentan por ella, porque ninguno compra más sus mercaderías:
 12 mercadería de oro, de plata, de piedras preciosas, de perlas, de lino fino, de escarlata, de seda, de grana, de toda madera olorosa, de todo objeto de marfil, de todo objeto de madera preciosa, de cobre, de hierro y de mármol;
 13 canela, especias aromáticas, ungüentos, incienso, vino, aceite, flor de harina, trigo, bestias, ovejas, caballos, carros, esclavos y almas de hombres.
 14 Y los frutos codiciados por tu alma se apartaron de ti; y todas las cosas suntuosas y espléndidas te han faltado y nunca más las hallarás.
 15 Los mercaderes de estas cosas, que se han enriquecido a costa de ella, se mantendrán lejos por el temor de su tormento, llorando y lamentándose,
 16 y diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad, que estaba vestida de lino fino, y de púrpura y de escarlata, y estaba adornada de oro, y de piedras preciosas y de perlas!
 17 Porque en una sola hora han sido desoladas tantas riquezas. Y todo capitán, y todos los que viajan en naves, y los marineros y todos los que trabajan en el mar, se quedaron lejos;
 18 y viendo el humo de su incendio, dieron voces, diciendo: ¿Qué ciudad era semejante a esa gran ciudad?
 19 Y echaron polvo sobre sus cabezas y dieron voces, llorando y lamentándose, diciendo: ¡Ay, ay, de aquella gran ciudad, en la cual todos los que tenían naves en el mar se habían enriquecido de sus riquezas! ¡Porque en una sola hora ha sido desolada!
 20 Alégrate sobre ella, cielo, y vosotros, santos apóstoles y profetas, porque Dios os ha hecho justicia en ella.
 21 Y un ángel poderoso tomó una piedra, como una gran piedra de molino, y la echó al mar, diciendo: Con igual ímpetu será derribada Babilonia, la gran ciudad, y nunca jamás será hallada.
 22 Y no se oirá más en ti voz de arpistas, ni de músicos, ni de flautistas ni de trompetistas; y no se hallará más en ti artífice de oficio alguno; y no se oirá más en ti ruido de molino.
 23 Y luz de lámpara no alumbrará más en ti, ni voz de novio ni de novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, pues por tus hechicerías todas las naciones han sido engañadas.
 24 Y en ella fue hallada la sangre de los profetas, y de los santos y de todos los que han sido muertos en la tierra.


Capítulo 19

Se prepara la cena de las bodas del Cordero — El testimonio de Jesús es el espíritu de profecía — Cristo es Rey de reyes y Señor de señores.
  Después de estas cosas oí una gran voz como de una gran multitud en el cielo, que decía: ¡Aleluya! Salvación, y honra, y gloria y poder son del Señor Dios nuestro,
 porque sus juicios son verdaderos y justos, pues él ha juzgado a la gran ramera que ha corrompido la tierra con su fornicación, y ha vengado la sangre de sus siervos de la mano de ella.
 Y otra vez dijeron: ¡Aleluya! Y el humo de ella sube para siempre jamás.
 Entonces los veinticuatro ancianos y los cuatro seres vivientes se postraron en tierra y adoraron a Dios, que estaba sentado en el trono, y decían: ¡Amén! ¡Aleluya!
 Y del trono salió una voz que decía: Alabad a nuestro Dios todos sus siervos, y los que lo teméis, tanto pequeños como grandes.
 Y oí la voz como de una gran multitud, y como el estruendo de muchas aguas y como la voz de grandes truenos, que decía: ¡Aleluya!, porque reina el Señor Dios Todopoderoso.
 Regocijémonos y alegrémonos y démosle gloria, porque han llegado las bodas del Cordero, y su novia se ha preparado.
 Y a ella se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino es las acciones justas de los santos.
 Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Éstas son palabras verdaderas de Dios.
 10 Entonces yo me postré a sus pies para adorarle. Y él me dijo: ¡Mira, no lo hagas!; yo soy consiervo tuyo y de tus hermanos que tienen el testimonio de Jesús. ¡Adora a Dios!, porque el testimonio de Jesús es el espíritu de profecía.
 11 Y vi el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero. Y con justicia él juzga y hace la guerra.
 12 Y sus ojos eran como llama de fuego, y había en su cabeza muchas diademas; y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo.
 13 Y estaba vestido de una ropa teñida en sangre, y su nombre es: El Verbo de Dios.
 14 Y los ejércitos que están en los cielos le seguían en caballos blancos, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio.
 15 Y de su boca sale una espada aguda para herir con ella a las naciones; y él las regirá con vara de hierro; y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso.
 16 Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: Rey de reyes y Señor de señores.
 17 Y vi a un ángel que estaba de pie en el sol, y clamó a gran voz, diciendo a todas las aves que vuelan en medio del cielo: Venid, y congregaos para la cena del gran Dios,
 18 para que comáis carne de reyes, y carne de capitanes, y carne de poderosos, y carne de caballos y de sus jinetes; y carne de todos, de libres y de esclavos, de pequeños y de grandes.
 19 Y vi a la bestia, y a los reyes de la tierra y a sus ejércitos, congregados para hacer la guerra contra el que montaba el caballo y contra su ejército.
 20 Y la bestia fue apresada, y con ella el falso profeta que había hecho delante de ella las señales, con las cuales había engañado a los que recibieron la marca de la bestia y habían adorado su imagen. Los dos fueron lanzados vivos dentro del lago de fuego que arde con azufre.
 21 Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos.


Capítulo 20

Satanás es atado durante el Milenio — Entonces, los santos vivirán y reinarán con Cristo — Los muertos comparecen ante Dios y son juzgados por lo que está escrito en los libros según sus obras.
 Y vi a un ángel descender del cielo, que tenía la llave del abismo y una gran cadena en la mano.
 Y prendió al dragón, la serpiente antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años;
 y lo arrojó al abismo, y lo encerró y puso un sello sobre él, para que no engañase más a las naciones, hasta que fuesen cumplidos mil años. Y después de esto, debe ser desatado por un poco de tiempo.
 Y vi tronos, y se sentaron sobre ellos, y les fue dada facultad para juzgar; y vi las almas de los decapitados por causa del testimonio de Jesús y de la palabra de Dios, los que no habían adorado a la bestia ni a su imagen, y que no recibieron la marca en sus frentes ni en sus manos; y vivieron y reinaron con Cristo mil años.
 Pero los otros muertos no volvieron a vivir sino hasta que se cumplieron mil años. Ésta es la primera resurrección.
 Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre éstos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo, y reinarán con él mil años.
 Y cuando los mil años se cumplan, Satanás será soltado de su prisión,
 y saldrá a engañar a las naciones que están en los cuatro ángulos de la tierra, a Gog y a Magog, a fin de congregarlos para la batalla; el número de ellos es como la arena del mar.
 Y subieron sobre la anchura de la tierra y rodearon el campamento de los santos y la ciudad amada; y de Dios descendió fuego del cielo, y los devoró.
 10 Y el diablo que los engañaba fue lanzado al lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán atormentados día y noche para siempre jamás.
 11 Y vi un gran trono blanco y al que estaba sentado en él, de delante de cuya presencia huyeron la tierra y el cielo; y no fue hallado ya ningún lugar para ellos.
 12 Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante de Dios; y los libros fueron abiertos; y otro libro fue abierto, el cual es el libro de la vida. Y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.
 13 Y el mar entregó los muertos que había en él; y la muerte y el infierno entregaron los muertos que había en ellos; y cada uno fue juzgado según sus obras.
 14 Y la muerte y el infierno fueron lanzados al lago de fuego. Ésta es la muerte segunda.
 15 Y el que no fue hallado inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.


Capítulo 21

Los que venzan llegarán a ser hijos de Dios — La tierra recibe su gloria celestial.
 Y vi un cielo nuevo, y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían dejado de ser, y el mar ya no existía más.
 Y yo, Juan, vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios, dispuesta como una novia ataviada para su novio.
 Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios está entre los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos y será su Dios.
 Y enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de ser.
 Y el que estaba sentado en el trono dijo: He aquí yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas.
 Y me dijo: Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tuviere sed, yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de la vida.
 El que venciere heredará todas las cosas; y yo seré su Dios, y él será mi hijo.
 Pero los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, y los idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte.
 Entonces vino a mí uno de los siete ángeles que tenían las siete copas llenas de las siete plagas postreras, y habló conmigo, diciendo: Ven acá, yo te mostraré la novia, la esposa del Cordero.
 10 Y me llevó en el Espíritu a un grande y alto monte, y me mostró la gran ciudad, la santa Jerusalén, que descendía del cielo, de Dios,
 11 y tenía la gloria de Dios; y su fulgor era semejante a una piedra preciosísima, como piedra de jaspe, diáfana como cristal.
 12 Y tenía un muro grande y alto con doce puertas; y a las puertas, doce ángeles, y nombres escritos en ellas, que son los de las doce tribus de los hijos de Israel.
 13 Al oriente tres puertas; al norte tres puertas; al sur tres puertas; al poniente tres puertas.
 14 Y el muro de la ciudad tenía doce cimientos, y en ellos estaban los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero.
 15 Y el que hablaba conmigo, tenía una caña de oro para medir la ciudad, y sus puertas y su muro.
 16 Y la ciudad está asentada en forma de cuadro, y su longitud es igual a su anchura; y él midió la ciudad con la caña: doce mil estadios; la longitud, y la altura y la anchura de ella son iguales.
 17 Y midió su muro: ciento cuarenta y cuatro codos, según medida de hombre, la cual era la del ángel.
 18 Y el material de su muro era de jaspe; pero la ciudad era de oro puro, semejante al cristal puro.
 19 Y los cimientos del muro de la ciudad estaban adornados con toda clase de piedras preciosas. El primer cimiento era de jaspe, el segundo de zafiro; el tercero de ágata, el cuarto de esmeralda,
 20 el quinto de ónice, el sexto de cornalina, el séptimo de crisólito, el octavo de berilo, el noveno de topacio, el décimo de crisoprasa, el undécimo de jacinto y el duodécimo de amatista.
 21 Y las doce puertas eran doce perlas; cada una de las puertas era una perla. Y la calle de la ciudad era de oro puro, como vidrio transparente.
 22 Y no vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo.
 23 Y la ciudad no tiene necesidad de sol ni de luna que resplandezcan en ella, porque la gloria de Dios la ilumina y el Cordero es su lumbrera.
 24 Y las naciones que hayan sido salvas andarán a la luz de ella, y los reyes de la tierra traerán su gloria y su honor a ella.
 25 Y sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche.
 26 Y llevarán a ella la gloria y la honra de las naciones.
 27 No entrará en ella ninguna cosa impura ni nadie que haga abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero.


Capítulo 22

Los santos reinarán en esplendor celestial — Cristo vendrá y los hombres serán juzgados — Bienaventurados los que guardan Sus mandamientos.
  Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero.
 En medio de la calle de la ciudad, y a uno y a otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones.
 Y no habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.
 Y verán su rostro, y su nombre estará en sus frentes.
 Y allí no habrá más noche, y no tendrán necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque Dios el Señor los alumbrará, y reinarán para siempre jamás.
 Y me dijo: Estas palabras son fieles y verdaderas. Y Dios, el Señor de los santos profetas, ha enviado su ángel para mostrar a sus siervos las cosas que deben suceder pronto.
 Y he aquí, vengo pronto. Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro.
 Yo, Juan, soy el que ha oído y visto estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas.
 Pero él me dijo: ¡Mira, no lo hagas!, porque yo soy tu consiervo, y de tus hermanos, los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios.
 10 Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca.
 11 El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es impuro, sea impuro todavía; y el que es justo, sea justo todavía; y el que es santo, sea santo todavía.
 12 Y he aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra.
 13 Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin, el primero y el último.
 14 Bienaventurados los que guardan sus mandamientos, para que tengan derecho al árbol de la vida y para que entren en la ciudad por las puertas.
 15 Pero los perros estarán fuera, y los hechiceros, los fornicarios, los homicidas, los idólatras y todo el que ama y practica la mentira.
 16 Yo, Jesús, he enviado mi ángel para daros testimonio de estas cosas en las iglesias. Yo soy la raíz y el linaje de David, la estrella resplandeciente de la mañana.
 17 Y el Espíritu y la Novia dicen: ¡Ven! Y el que oiga, diga: ¡Ven! Y el que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida.
 18 Porque yo testifico a todo el que oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro.
 19 Y si alguno quitare de las palabras del libro de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la ciudad santa y de las cosas que están escritas en este libro.
 20 El que da testimonio de estas cosas, dice: Ciertamente vengo en breve. ¡Amén! ¡Sí, ven, Señor Jesús!
 21 La gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con todos vosotros. Amén.